Aceites esenciales, el tesoro de las plantas aromáticas
La historia que une la humanidad a las plantas aromáticas es sin lugar a dudas una larga historia de amor. De todas las plantas con las que hemos cohabitado a lo largo de los siglos son las únicas que se intercomunican tan directamente con nosotros a través de su aroma.
Desde siempre el hombre ha percibido de forma intuitiva el extraordinario poder de las plantas aromáticas y lo ha aprovechado, en mayor o menor proporción, por sus innegables virtudes para proteger y cuidar su salud.
Parece que fue el gran médico persa Avicena (980-1037) el que nos regaló el primer aceite esencial puro, el de Rosa centifolia, gracias al perfeccionamiento de sus alambiques. En estas esencias se esconde la quintaesencia de lo que nos obsequia la naturaleza.
Los aceites esenciales se presentan bajo forma líquida y a pesar de llamarse "aceites" no contienen ácidos grasos. Generalmente concentran un importante número de moléculas (a veces centenares) y ofrecen numerosas propiedades terapéuticas.
Son especialmente útiles para tratar parte de los problemas infecciosos comunes (resfriados, gripes, infecciones fúngicas...) y cuidan inteligentemente de nuestro sistema inmunitario.
También dan excelentes resultados en diferentes tipos de dolor, en especial los de origen muscular y articular, y son muy efectivos para el cuidado del sistema nervioso. Asimismo, son buenos amigos del sistema digestivo y de la piel.
Aceites esenciales puros y naturales
Los aceites esenciales tienen distintos usos y aplicaciones. No todos son iguales y existen diversos controles de calidad, en función de su uso final.
Para disfrutar de todas sus propiedades terapéuticas se deben usar exclusivamente aceites esenciales quimiotipados, 100% puros y naturales. También es aconsejable que sean de certificación biológica, ya que así se garantiza que durante su proceso de fabricación no se ha usado ningún aditivo químico.
Los mejores ambientadores
Los difusores permiten aprovechar todas las virtudes de los aceites esenciales.
Difundir esencias en casa es una alternativa natural a los ambientadores convencionales, y permite crear fragancias personalizadas y adaptadas a cada necesidad.
En invierno, cuando el frío o la lluvia impiden salir a disfrutar de un paseo, o cuando la falta de sol afecta al ánimo, se pueden usar a la vez en difusores los siguientes aceites esenciales: abeto negro, cedro del Atlas y palo de rosa.
En verano o cuando el ánimo está por los suelos o hay mal humor, puede disfrutarse del alegre aroma de los cítricos difundiendo alguna de estas esencias o mezclándolas entre sí: bergamota, limón, mandarina, naranja dulce o pomelo.
Para el estudio, la memoria o el estímulo de las facultades mentales se combinan los siguientes aceites esenciales en el difusor: palo de rosa, romero quimiotipo cineol, limón y albahaca exótica.