Alimentarse bien no es difícil: se puede disfrutar de la comida eligiendo alimentos que ayudan a prevenir y tratar enfermedades y que fomentan el bienestar.
En los países desarrollados disponemos de mucha comida a nuestro alcance, lo que supone un avance respecto a otras épocas, pero la abundancia actual eleva la incidencia de enfermedades cardiovasculares y la diabetes, entre otras dolencias. El gusto por alimentos grasos y dulces, que requieren poca masticación, contribuye a ello.
Una alimentación saludable implica potenciar los alimentos naturales, integrales y frescos, que constituían la base de la dieta hace milenios, y minimizar los productos manipulados, refinados y desvitalizados, concebidos para resistir muchos meses en una estantería.
En la práctica se trata de recuperar aciertos dietéticos que ya se conocían en la Antigüedad clásica. A lo largo de la historia, cada pueblo ha procurado desarrollar una dieta óptima a partir de los recursos que proporcionaba el medio, sin agotarlos.
Casi todas esas dietas, por diferente que fuera el clima, preservaban la salud y la energía de las personas, dado que de ello dependía la supervivencia y el bienestar de la comunidad.
Se basaban en general en alimentos frescos o conservas elaboradas a partir de técnicas sencillas.
¿Existen unos alimentos más sanos que otros?
Sería arriesgado afirmarlo, pues lo que más peso tiene es el equilibrio de la dieta.
En ese sentido, el hígado que antaño recetaban las abuelas resultaría contraproducente en un país en que la obesidad infantil es un problema de salud y donde el ganado ingiere fármacos y productos químicos nocivos.
Los alimentos más adecuados hoy día no destacan por su aporte neto de nutrientes, sino por su capacidad para proporcionar abundantes sustancias protectoras por cada caloría (¡y no a la inversa!).
Cualquier selección tiene un punto subjetivo, pero esta nos parece idónea para el momento actual.
14 alimentos para ganar salud